Al tiempo

Hay días en que no escribo y me justifico con un contundente «Es que no tuve tiempo».

Hoy tengo tiempo para escribir algo y me pareció oportuno tomar «el tiempo» como tema.

¿Será cierto que hoy escribo porque tengo tiempo y los otros días no lo tuve? ¿Sería más productivo si los días tuvieran más horas o si los minutos avanzaran con mayor lentitud? ¿Es el tiempo igual a hace miles de años o ha cambiado?

Advertencia: la idea de este texto es simplemente escribir acerca del tiempo y no pretendo contestar ninguna de estas interrogantes.

En principio creo que para hacer algo productivo es necesario tener un cierto nivel de habilidad: a mayor destreza menor tiempo requerido para lograr algo. Y por el contrario mientras menos competentes seamos, más tiempo requeriremos.

Cuando no somos muy competentes cometemos más errores o hacemos las cosas con más lentitud para tratar de evitarlos. Nos detenemos con mayor frecuencia para tratar de ir verificando que lo estamos haciendo de forma correcta. También es común que cuando hacemos algo en lo que no somos muy buenos no lo disfrutemos tanto y por ello hacemos más pausas.

Ahora, dejemos en paz mi nivel de incompetencia y volvamos al tiempo.

«Ahora». Según Aristóteles, el ahora no tiene duración. El ahora actual es distinto a cualquier ahora anterior. El tiempo vivido es pasado. El tiempo por vivir es futuro. El ahora es ahora. Pero si el ahora no tiene duración, decir que «ahora voy a escribir» es… ¿Improductivo?

Por ahora dejemos el «ahora» y vamos a utilizar medidas de tiempo con las que podamos trabajar mejor: el día y la hora.

El día y la hora son las unidades de referencia más utilizables para referirnos a nuestras actividades. «No me alcanzó el día» o «Las horas pasan volando» son expresiones muy comunes cuando hablamos de nuestra falta de productividad. Perdón, no de nuestra falta de productividad, sino de nuestros esfuerzos productivos y la falta de cooperación por parte del tiempo para poder terminar nuestros asuntos. Eso.

Esta situación es muy común en mi caso cuando se trata de escribir. Me viene a la mente La persistencia de la memoria, de Dali: los relojes blandos derretidos, el paisaje rocoso, un árbol muerto. Y por supuesto, también me vienen ideas para escribir, que termino sin escribirlas.

A veces me da curiosidad saber cuánto tiempo dedicó Dalí para hacer esa pintura. En general, cuánto tiempo – días y horas – dedicó para desarrollar su talento.

Hay una película, El día de la marmota, en la que al protagonista (el actor Bill Murray) se le repite el mismo día una y otra vez. Se va a dormir y a la mañana siguiente, se da cuenta que ese día ya lo vivió. Al principio se frustra pero conforme se le sigue repitiendo el día se da cuenta que puede aprovechar el tiempo para aprender muchas cosas.

Y me parece curioso cómo mientras Bill Murray aprovecha el tiempo para aprender y quiere que llegue un nuevo mañana, Dorian Grey desea tener siempre la edad de cuando Basil pintó su retrato, y que el tiempo deje de pasar por él y en su lugar envejezca la imagen retratada.

Es contrastante cómo mientras algunas personas tratan de dominar el tiempo -acortarlo, alargarlo, repetirlo o detenerlo- ciertos refranes de sabiduría popular nos hacen ver que, en relación al tiempo, tenemos mucho que aprender: sabia virtud de conocer el tiempo o más sabe el diablo por viejo que por diablo, por mencionar algunos.

Se me ha agotado el tiempo. O en otras palabras, mi falta de competencia para escribir ya ha provocado que me duela la cabeza y he decidido que es momento de concluir este texto.

Me queda perfectamente claro que la práctica hace al maestro. Por lo pronto, soy un aprendiz de escritor – nivel extra-básico – y sé que tengo que ir mejorando mis hábitos cotidianos – y aprovechar mejor el tiempo – para ser más productivo.