Pensar, el gran pretexto

– ¡Ande! ¡Cómprelo! No se va a arrepentir.

– Lo voy a pensar.

Creo que todos podemos identificarnos con esa escena. Todos hemos dicho en más de una ocasión que lo vamos a pensar.

Hay 3 situaciones en las que usamos esta frase:

1. Cuando efectivamente lo vamos a pensar. Hay una situación que necesitamos resolver, tenemos cierta opciones y alguien nos ofrece una alternativa más. No es una mala alternativa, pero ya tenemos otras. Es realmente necesario que lo pensemos para determinar si nos conviene más alguna de las opciones que ya teniamos o es mejor inclinarnos por la última que nos están ofreciendo.

2. Cuando sabemos que no vamos a aceptar la propuesta pero en prinicipio no queremos decir que no. Ni siquiera lo tenemos que pensar para decidir. Es decir, usamos el «lo voy a pensar» como un escudo. Nos da pena rechazar la oferta; no queremos aceptar esa invitación; nos cuesta trabajo decir que no así tan directo, y entonces «lo voy a pensar

3. Cuando hemos hecho el mal hábito de pensar de más. Hay muchas razones por las que desarrollamos este mal hábito: porque de chicos nos enseñaron que «hay que pensar muy bien las cosas y no ser tan impulsivos/imprudentes»; porque «hay que ver cuales serían las consecuencias negativas» ya que si nos precipitamos en la decisión nos podría salir más caro el caldo que las albóndigas; porque tenemos una mente excesivamente imaginativa y cada vez que tenemos que decidir algo le da por fantasear e imaginar y le cuesta trabajo llegar a una conclusión.

Y tal vez haya más, pero lo que quiero resaltar es el hecho de que en este caso, normalmente, al tardar mucho en «pensar» para tomar la mejor decision, cuando la tomamos, ya es demasiado tarde: ya terminó la oferta; ya se agotaron los productos; ya contrataron a alguien para ese trabajo que queríamos; ya cerraron la ventanilla; la persona con la que queríamos ir al cine ya aceptó otra invitación; etc.

Concluir que debiéramos aprender a «pensar de forma efectiva» es muy abrupto, y definitivamente, no hay una metodologia para hacerlo. Por ello, creo que lo mejor es que cada quien se observe en sus procesos, identifique cómo piensa cuando tiene que tomar alguna decisión, y en función de los resultados que vaya obteniendo podrá valorar si necesita modificar o no la forma en que «piensa».

Lo que sí puedo compartir es que, una vez que desarrollas tu forma efectiva de pensar, cambia drásticamente tu vida cotidiana.