De «La tregua»

«Tuve una prima solterona…

Ella vestía correctamente, en un todo de acuerdo con sus cincuenta y tres; en eso y lo demás era discreta, equilibrada, pero aquella sonrisa reclamaba, en cambio, un acompañamiento de labios frescos, de piel rozagante, de piernas torneadas, de veinte años. Era un gesto patético, sólo eso, un gesto que no llegaba nunca a parecer ridículo, porque en aquel rostro había, además, bondad. Cuántas palabras, sólo para decir que no quiero parecer patético.»

De «La tregua», de Mario Benedetti.

Todos tuvimos un pariente -una tía, un primo, un hermano, un alguien- que nos ha servido como modelo para decidir cómo NO quisiéramos ser. No importa si su arreglo personal era impecable o si para su edad su aspecto era digno de admiración; siempre hay algo, ese rasgo, ese detalle -la forma de pronunciar cierta palabra, algún ademán con las manos, la manera de saludar o despedirse- que nos hace abrazar la idea del rechazo. En definitiva, decides que no quieres ser como ese pariente.

Pasa el tiempo, te vuelves quien eres, la familia crece. Ahora eres parte del conjunto de parientes que servirán de modelo a los más jóvenes para que decidan cómo no quieren ser.

Aquí me surge la duda: ¿podré saber alguna vez a quién en mi familia le disgusta algo de mí y me toma como modelo de lo que no quiere ser en la vida?