Cambio de hábitos
Para algunas personas, introducir cambios en sus rutinas cotidianas resulta sencillo. De un día para otro pueden cambiar la hora en que se van a dormir por la noche o en que se despiertan por la mañana; pueden comenzar a hacer ejercicio en casa o ir al gimnasio; o pueden dejar de comer o tomar ciertos alimentos y bebidas, o incluir algo nuevo en su dieta, entre otras cosas.
Para otras personas, el cambio de hábitos es un verdadero martirio. Las cosas no les salen bien, o hacen la actividad un día y al siguiente ya se les olvidó, o no se organizaron correctamente para incluir la actividad en sus cosas por hacer de ese día.
Hay 2 aspectos indispensables para que una persona pueda hacer cambios de hábitos con relativa sencillez:
El primero, el valor del nuevo hábito en la vida de la persona. Muchas veces los cambios de hábito vienen de situaciones que «se tienen que hacer» o «sería bueno hacer». Es decir, el argumento es genérico, pero para la persona no tiene un valor significativo la introducción de ese cambio de hábitos en su vida. Hacer algo nuevo normalmente implica dejar de hacer algo, y es común que esa actividad que habría que dejar de hacer tiene un valor positivo en la vida cotidiana de la persona (por eso la persona realiza esa actividad). La persona puede, incluso, «razonar» de forma bien intencionada los argumentos a favor del cambio, pero mientras no haya un convencimiento interiorizado, incorporar el nuevo hábito será complicado.
El segundo tiene que ver con la forma en que persona incorpora nuevos hábitos a su vida, su perseverancia, su nivel de tolerancia al fracaso, su capacidad de corregir y adaptar. Si la persona falla un día, ¿se decepciona y abandona? Si la persona es constante, pero no observa resultados ¿llega a la conclusión de que no vale la pena seguir con el esfuerzo?
Otro aspecto que casi siempre es factor determinante en el cambio de hábitos para las personas es el tiempo, y esto también se puede ver desde dos dimensiones:
La primera dimensión se refiere al tiempo disponible para hacer actividades. Tal vez al principio el nuevo hábito requiera que dediquemos «más tiempo» del que creemos que vale la pena dedicarle, y entonces, no hacemos conciencia que, una vez que hemos dominado con eficiencia el nuevo hábito, el tiempo que invertiremos será menor (o mayor, si es que al dominarlo vemos que nos representa más beneficios).
La segunda dimensión tiene que ver con el periodo necesario para ver resultados – y esto se liga con la forma en que planteamos nuestros objetivos. Hay personas, por ejemplo, que un par de meses antes de las vacaciones de verano deciden hacer ejercicio y dieta para poder presumir un buen cuerpo en traje de baño. Es común entre este tipo de personas que muchas no logren el objetivo, pero muy seguramente, el próximo año, volverán a esperar un par de meses antes del verano para «intentarlo nuevamente».
Si a esas personas les interesa lucir un buen cuerpo cada verano, ¿por qué no hacer ejercicio y comer sanamente todo el año? Tal vez hasta el tercer año tendrán ese cuerpo espectacular que soñaban, pero viéndolo fríamente, a partir de ese año, si mantienen su régimen de ejercicio y dieta, siempre se sentirán bien con su cuerpo. Pero no, pareciera que en realidad disfrutan más de sus lonjitas o sus panzas, y estarse justificando año tras año de que nunca lograrán tener ese cuerpo que soñaban.
—
Y ya estando cerca de concluir el año y comenzar uno nuevo, ¿has pensado que cambios de hábitos quisieras incorporar en el 2020?