Cadena de pensamientos
Un pensamiento lleva al siguiente, y así sucesivamente.
Hay ocasiones en que no estamos pensando con una intención específica – crear, resolver, etc. – sino que sólo estamos dando espacio a escenas mentales de forma un poco ociosa.
Y entonces a partir de un pensamiento nuestra mente empieza a moverse hacia otros que, en principio, guardan cierta relación unos con otros.
Por ejemplo, en la mesa hay una taza y un libro, entonces me pregunto si el escritor del libro habría estado tomando café mientras escribía; luego me pregunto si escribía en su casa o si iría a algún lugar a escribir; si era en casa, me imagino su mesa junto a una ventana desde donde podía ver gente pasar. Tal vez escuchaba también ladridos de perros y pisadas de caballos. Me preguntó por qué se dice «casco» a la pezuña del caballo. También hay cascos de barco. Y los cascos que usa la gente en la cabeza; los militares, por ejemplo; o los jugadores de futbol americano. Cuando era niño tuve una playera con la estrella de los Vaqueros de Dallas. Siempre tuve curiosidad por qué, si eran vaqueros, usaban una estrella y no una vaca como logotipo. Un primo era aficionado de los Cuarentaynueves de San Franciso. Él decía «los Forinainers». Yo aprendí inglés en la infancia. En la juventud, francés. Quise aprender alemán pero no lo hice. Pero sí fui maestro de inglés. Hice muchos amigos en esa época, aunque yo no era realmente amiguero. Con uno de ellos, parrandeábamos mucho. Tiene años que no lo veo y no sé de él. Hace poco platiqué con una chica que fue mi alumna. Ahora ya es señora, casada y con hijos. Aquí en Cuernavaca es común que te encuentres con personas de tu lejana infancia o juventud. No sé cómo será en otros lugares. Nunca he vivido en otro lugar y pienso que no me gustaría, pero si lo tuviera que hacer, definitivamente que no sea en una playa o lugar caluroso. Me agobio. La última vez que fui a Acapulco pasé más tiempo en el lobby del hotel que en el mar o en la alberca. En casa de mis papás hay alberca. De niños, mi hermano era a quien más le gustaba nadar. A mí no. Cuando había reunión familiar y mis primos nadaban, yo miraba desde una ventana. Desde esa misma ventana, por las noches, se veían sombras que me daban miedo, causadas por las ramas de un arbolote. A ese árbol nunca me trepé pero a otros sí. Había muchos árboles. Algunos eran frutales. Me gustaban los de guayabas. Alrededor del campo de futbol de la fábrica de textiles había árboles de guayabas. De otras frutas también pero no recuerdo que eran. Una vez me enfermé del estómago por comer de esas frutas. En general me enfermaba más de la nariz y de la garganta. Ahora ya casi no soy enfermizo. Tal vez porque practico yoga. Empecé a practicar yoga por ego. Quería presumir que podía hacer cosas impresionantes con el cuerpo. Pero en realidad no podía. Aún no puedo, pero sigo practicando yoga. He intentado pararme de manos sin éxito. De cabeza sí me puedo parar. Así miro al mundo de cabeza. Cuando leía los cuentos de Mafalda, sabiendo que era argentina, me preguntaba si la gente en Argentina vivía de cabeza. Siempre me causó confusión eso de que cuando aquí es verano allá es invierno. También me causaba confusión eso de que cuando aquí son las 4 de la tarde en algunas ciudades de Estados Unidos hay una hora menos o una hora más. Y el tiempo siempre ha sido un gran misterio. Una hora siempre es una hora, pero a veces parece que dura más o menos. Como la comida, a veces queda uno más lleno que otras veces. A mí me gusta comer con tortillas, eso me hace sentir satisfecho. De niño acompañaba a mi mamá a comprar las tortillas y me daba un taquito de sal antes de que se las envolvieran. Era lo único que me gustaba, porque hacer la fila era terrible. Creo que ahora debe haber más tortillerías porque ya nunca he visto una tortillería que tenga fila de gente esperando. O tal vez la gente come menos tortilla. Yo como más tortillas que cuando era niño, pero tomo menos Coca Cola. Desde niño y hasta hace no mucho, consumía demasiada. Ahora tomo agua, chocolate y café. También camino mucho. Me gusta caminar más que andar en coche manejando. Hace un par de años en época de lluvias era difícil caminar porque te mojabas. Y si no estaba lloviendo, los coches te saplicaban con los charcos.
Ahora suena mi alarma. La puse para poder detenerme en algún momento de este ejercicio de escribir lo que me viniera a la mente una idea tras otra, y pues es divertido ver cómo llegué de un libro y una taza en mi mesa, a ser salpicado por los coches que pasan por los charcos mientras camino.
Ya es momento de volver a poner los pensamientos en orden.