Al sur de la frontera, al oeste del sol – 9
Al sur de la frontera, al oeste del sol – Haruki Murakami
(Notas personales)
“Luego volví al bar y me senté en el mismo lugar en la barra. La copa de coctel que ella estaba tomando seguía allí. En el cenicero había unas cuantas colillas de los cigarrillos Salem que había fumado. No le pedí al camarero que lo retirara. Me quedé contemplando ensimismado la pálida tonalidad de los restos de carmín en la copa y en las colillas.”
Shimamoto no apareció durante mucho tiempo. Hajime se empezó a preocupar por haber dicho algo inconveniente. Ella volvió al bar hasta principios de febrero. Entró mojada pues llovía.
Platicaron de cosas cotidianas. De la forma en que él conseguía alta calidad en el negocio pagando buenos sueldos por el talento. De lo aburrido que ir a trabajar en la editorial. De si a ella le habría gustado trabajar en alguna empresa, cosa que jamás había hecho.
Shimamoto le preguntó si conocía algún río, limpio, en la montaña, no muy grande, con agua no estancada, que fluya hacia el mar y de corriente rápida. Hajime dijo que sí, y ella le preguntó si la podría llevar. Era imprescindible y, no podía ir sola, y no tenía nadie más a quién pedirle el favor.
Hajime dijo que el problema, además del hecho de estar casado, era que sólo se podía ir en avión, y luego más de una hora en coche. Calculó que si salían temprano por la mañana él podría estar de vuelta en casa para la cena por la noche. Ella dijo que cualquier día estaría bien.
A su esposa le dijo que se vería el domingo con sus amigos del club de natación. Ella no objetó. Hajime llamó a Shimamoto para quedar de acuerdo. Aunque Hajime, ya casado, había estado con otras mujeres, a las mentiras para cubrir su infidelidad no les daba imprtancia. Pero esta vez, sentía que no estaba bien.
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