Al sur de la frontera, al oeste del sol – 8

Al sur de la frontera, al oeste del sol – Haruki Murakami

(Notas personales)

“Tal vez haya sido una ilusión, pensé. Permanecí allí de pie largo tiempo mirando como la lluvia caía sobre la calle. Me daba la impresión de haber vuelto a los 12 años. Cuando era pequeño, los días lluviosos solía quedarme inmóvil, sin mover un músculo, contemplando la lluvia. Al mirar la lluvia sin pensar en nada, tienes la sensación de que tu cuerpo se va soltando poco a poco y que te vas separando del mundo real. Quizá la lluvia tenga un poder hipnótico. Como mínimo, eso me parecía entonces.”

A causa de la foto en la revista, viejos conocidos asistían al bar para saludar a Hajime, lo cual, a él no le resultaba demasiado divertido. Sentía nostalgia, aunque ellos se alegraban de verlo.

Mes y medio después lo visito Shimamoto. Antes de reconocerla sólo la veía como una hermosa clienta en el local. Alrededor de las 11, ella se fue a sentar cerca de él, lo felicitó por el bar, por la música, y le pidió fuego para un cigarrillo. Hasta entonces cayó en cuenta que se trataba de Shimamoto.

Resultó que si había sido ella la mujer a la que él había seguido hasta un café hacía unos ocho años. También le dijo que ya había pensado ir al bar antes pero no lo había hecho para evitar platicar acerca de su vida. Shimamoto pidió un cóctel especial de la casa. Robin’s Nest. Ron y Vodka.

Se dijeron que se habían extrañado; que el padre de Shimamoto falleció hace cinco años; que ella conservaba los discos de su padre; que Hajime estaba casado y tenía dos hijas; que ella se operó la pierna.

Cerca de la medianoche se despidieron. Hajime la acompañó afuera para tomar un taxi. Le preguntó si se podrían volver a ver. Quizá, respondió ella.