Al sur de la frontera, al oeste del sol – 3
Al sur de la frontera, al oeste del sol – Haruki Murakami
(Notas personales)
“Si me quedaba, algo dentro de mí se perdería para siempre. “Y es una pérdida que no puedo permitirme”, pensaba. Era algo vagamente parecido a un sueño. En el había ardor y, también, dolor. Se trataba del tipo de sueño que tal vez sólo pueda tenerse a los 17 o 18 años.
Y ese sueño Izumi y tampoco podía entenderlo. Lo que ella perseguía en aquella época era un sueño de naturaleza muy diferente, un mundo que se emplazaba en un lugar muy distinto.”
Hajime e Izumi siguieron saliendo más de un año. No hubo sexo pero en ocasiones, estando solos, se abrazaban sobre la cama. A el le gustaba abrazarla, pero faltaba algo.
Para Hajime las opiniones de Izumi eran superficiales, aunque nunca criticaba ni fanfarroneaba. Cuando hablaba de sus sueños del futuro, ella lo alentaba.
Hajime le propuso a Izumi que aunque no hicieran el amor quería abrazarla desnuda. Ella aceptó. Se vieron en casa de Hajime un domingo que su familia salió y el argumentó que tenía que estudiar para exámenes. Ella llegó alrededor del mediodía. Se desnudaron, se acariciaron y se besaron. Así estuvieron tranquilos. Cerca de las 4, cuando Izumi estaba por marcharse, sonó el timbre de la casa con tenacidad. Hajime abrió. Era su tía. Al saber que no iría con sus papás decidió ir a acompañarlo para prepararle de comer. ¡Izumi estaba atrapada!
Finalmente se las ingeniaron e Izumi se escabullió sin ser descubierta por la tía de Hajime.
Izumi llamo a Hajime desde un teléfono público y él la alcanzó allí. Estaba confusa y enfadada. Ella dijo que no entendía muchas cosas, qué sucedería cuando terminaran el bachillerato, que no sabía lo que él realmente pensaba (tal vez por ser hijo único). No eran reproches. Únicamente se sentía sola. Cuando ya se iba, le confesó estaba contenta de que se hubieran abrazado de esa forma.
Al anochecer, Hajime pensaba, entre otras cosas, que ante sus ojos, el mundo se disponía a sufrir cambios enormes.